Fotografía: Aryana Benavides
Hay muchos caminos para llegar a Comala. Ese microcosmos que al mismo tiempo es espejo de México, un país rulfiano. Los herederos más jóvenes del escritor jalisciense buscan estos senderos. A veces directos, en otras oblicuamente. Pero para Juan Villoro es muy claro que estos atajuelos tienen un común denominador: la violencia.
En entrevista, el escritor trae a la mesa a Emiliano Monge, con su libro Las tierras arrasadas y al texto dramatúrgico Mendoza —inspirada en Macbeth como estructura y personajes pero cuyo lenguaje es hondamente rulfiano— del norteño Antonio Zúñiga, como ejemplos de esta premisa. La violencia como materia prima para la creación literaria no se ha terminado.
Durante su conferencia dictada la semana pasada en la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega de la Universidad de Guadalajara, Villoro reflexionó sobre la “dolorosa vigencia de la temática violenta de la obra de Rulfo.
“Los temas que trató Rulfo no han dejado de tener una importancia capital. Vemos la dolorosa actualidad de sus temas en relatos como “Paso del Norte” (de El llano en llamas), que termina en una balacera en la que los migrantes arriesgan su vida. Este tipo de historias cobran relevancia en tiempos de Donald Trump”, dijo.
El cronista, cuentista, ensayista y novelista ahonda así la reflexión sobre el legado de Rulfo: “Hay influencias muy distintas, en algunos casos no es muy manifiesta porque se trata de distintos géneros, pero la prosa poética de Rulfo, la musicalidad de su lenguaje, la manera de abordar temas de violencia y de impunidad aparecen en muchos otros escritores, pero en distintas circunstancias”.
Rulfo decía que lo que le interesaba de la violencia eran las reacciones tardías a lo que sucedió en la Revolución y la Cristiada. ¿Cómo estaría hablando de la situación actual?
La violencia en Rulfo tiene que ver con esos dos movimientos sociales, por supuesto, pero también tiene que ver con la estructura rota de la sociedad mexicana: muchos de los personajes de Rulfo son quienes cometen actos fratricidas o matan a sus compadres, es gente que pertenece a la misma comunidad, habla de una violencia soterrada que está en la vida mexicana y que por desgracia no ha desaparecido. Violencia amparada en la impunidad, gente que no recibe castigo alguno por la violencia. En el caso de Rulfo hay algunos cuentos en donde hay justicia retardada, gente que no creía que le iban a condenar y que ya ancianos enfrentan la justicia, pero es un tema que ha tenido la violencia siempre en el pueblo mexicano, que no se ha acabado pero que comienza en la familia, al interior de la propia familia: el maltrato a las mujeres, la discriminación racial y social, es un caldo de cultivo entre nosotros mismos.
¿Crees que los escritores tienen que hablar de esta violencia, tienen que enfrentarla?
No hay ninguna obligación para el escritor, cada quien debe escribir con lo que le parezca interesante, y creo que es muy valioso que en cualquier momento de la historia se pueda escribir un buen soneto de amor o un cuento fantástico, sobre sueños o alucinaciones, no debe haber un límite. Lo que es evidente de la violencia que nos invade cada vez más, es que resulta un tema insoslayable. Escribir de la violencia es casi lo más obvio, lo más directo, es inevitable y tendremos que hacerlo hasta que desaparezca.
¿Y en la crónica o en el periodismo también se está siguiendo a Rulfo?
El periodismo está muy lejos de tener un estilo literario parecido al de Juan Rulfo, que es el máximo estilista que ha tenido México en la narrativa. Ojalá hubiera una mayor influencia literaria de Rulfo. Hay escritores, buenos cronistas como Diego Enrique Osorno que yo sé que le gusta mucho Rulfo y que aprecia mucho su posible influencia, pero estamos lejos de que haya algo parecido a él.
Violencia, miedo y usufructo político
La visita de Villoro a la Universidad de Guadalajara coincide con el culmen de la indignación social por la muerte de la estudiante Mara Castilla. La violencia de género, como corolario de una condición machista y depredadora en el país, no cesa. Ineludible poner el tema en la mesa. Y mucho menos para alguien como él, interesado en los temas sociales.
“De aquí al 2018 vamos a tener un escenario extraordinariamente violento en todos los órdenes. Desgraciadamente hay una gran descomposición social y no hay voluntad política de frenar esto. Los políticos están dedicados a su negocio: usufructuar el conflicto político y ganar dinero con él. De aquí a las elecciones no van a hacer otra cosa más que promoverse en sus campañas. Hay un gran deterioro, asaltos en todas partes y un miedo cada vez más generalizado. Y creo que no sólo es la violencia del crimen organizado, hay todo tipo de actos violentos que tienen que ver con discriminación, violencia de género, problemas intrafamiliares. Yo creo que al menos de aquí al verano del 2018 vamos a estar en una situación muy crítica. Veo a la gente asustada y con toda la razón”.
¿En este clima de violencia cómo podría instruirnos Rulfo a escribir sobre la violencia del presente?
No hay una receta. Si la hubiera habría muchos escritores como él. Leyéndolo nosotros nos damos cuenta que la violencia pertenece a la condición humana. Y lo que hace un escritor como Rulfo es tratar de encontrar las claves psicológicas más profundas que llevan a esto. Y eso no tiene que ver solamente con su gran calidad literaria, sino con su gran calidad ética. Creo que hay un ejemplo ahí, que debemos leer siempre.
La muerte del ornitorrinco
Juan Villoro calificó alguna vez a la crónica como el ornitorrinco de la prosa. Un género que aprovecha elementos de la literatura y también del periodismo. Hoy, ese ornitorrinco está agonizando ante el cada vez más frecuente cierre de publicaciones, que eran espacio natural para alojarlas, reflexiona.
Pero en estos tiempos, ya no es sólo la crónica la que está en riesgo. También el periodismo mismo. Y no sólo por la cultura del equívoco alentada por las redes sociales, sino porque la independencia, como virtud del oficio, es una condición cada vez menos difusa en los grandes medios. Por la complicidad política o el tráfico de influencias. O incluso el chantaje para obtener negocios al abrigo del poder.
“Estamos en un predicamento muy grande, internet ha acabado con muchísimas formas de comunicación. Es una gran paradoja, porque es un gran medio de comunicación que al mismo tiempo ha liquidado ya a la industria del disco, y parcialmente al periodismo como modelo de negocios. Habrá que ver de qué manera se puede subsistir del periodismo. La necesidad del periodismo está ahí, pero el gran problema es que hoy en día para que un diario tenga éxito debe pertenecer a un conglomerado donde el periódico no es una fuente de ingresos, sino que puede ser un gasto equivalente a la publicidad. Esto es peligrosísimo, porque el manejo de la verdad está quedando en manos de los empresarios. Solamente los grupos empresariales pueden pagar periódicos porque están dispuestos a perder dinero con esto. Creo que no hemos cobrado conciencia de lo grave que es. Los periódicos independientes, todos ellos están amenazados. Siguen existiendo, pero son muy pocos.
O usan los diarios como instrumentos de presión para obtener contratos en otras empresas de su propiedad…
Tienes toda la razón. El conglomerado que tiene un periódico lo puede usar para el tráfico de influencias. Si se trata de un conglomerado que tiene hospitales, puede hacerle una entrevista muy favorable con el Secretario de Salud para que los apoye con ciertos permisos, o pueden venderle publicidad a quien les va a dar el terreno para hacer un hospital. Todas estas cosas enturbian la realidad del periodismo. Manuel Vázquez Montalbán, el gran periodista y escritor español, decía que lo primero que debe saber un periodista es quién es el dueño de su periódico. Porque esos son los límites que tú tienes para la libertad de expresión. Toda libertad es relativa, no puedes escribir siempre todo lo que quisieras. Pero hay lugares donde es más relativa la libertad que en otros, y desgraciadamente, siendo internet una posibilidad muy grande de comunicación entre nosotros, ha ido acabando con muchas formas de hacer periodismo. Entre otras cosas, porque internet surgió como un medio gratuito, entonces la gente no piensa que debe pagarle a un periodista para que haga un trabajo.
¿Podría ser cada vez más impensable que haya piezas literarias insertas en periódicos?
Sigue habiendo periódicos que manejan esto y otros que tratan de regresar a la cultura de la letra, que buscan calidad literaria, y hay lugares donde los lectores están apoyando a este tipo de periódicos para que no desparezcan. Pero es algo que nos debe preocupar a todos. La palabra que más se mencionó el año pasado y que el diccionario Oxford eligió como palabra del año es posverdad, todo esto después del triunfo de Donald Trump a la presidencia, que fue un ejemplo de laboratorio de cómo se puede ganar una elección distorsionando la verdad. Hoy la verdad es más necesaria que nunca, y se revela en momentos en que la mayoría de la gente obtiene información distorsionada a través de facebook, de blogs, de twitter. Y esto llevó a Trump a la presidencia, quien es nada más y nada menos que el twittero más poderoso del planeta. Si queremos recuperar la investigación y la búsqueda de la verdad tenemos que proteger espacios donde esto sea posible. Es un momento muy crítico. Es difícil que un lector realmente sepa qué periódicos tienen un compromiso con la verdad y cuáles no lo tienen, y yo creo que es uno de los desafíos de todos los que hacemos periodismo.
Nota publicada en la edición 941