La corrupción señoras y señoras, se asoma tras la tragedia del sismo de hoy. A 32 años parece que no hemos aprendido la lección.
Y no se trata de politizar. Es cierto que las autoridades no pueden evitar temblores. Sin embargo, si son los funcionarios, quienes previa mordida millonaria, otorgan permisos para construir en zonas frágiles. Y para permitir cada vez más concentración de personas en las zonas céntricas.
Entre los vídeos que circularon en redes sociales, pudimos ver el terror que sufrían, por ejemplo, un grupo de ciudadanos en un piso 38 de un edificio. A sabiendas de que la Ciudad de México es una zona sísmica, me parece irresponsable construir inmuebles de más de cinco pisos.
Si bien, el número de víctimas y de daños no se compara con el vivido hace 32 años exactamente, y en nuestro país hay avances en cuanto a Protección Civil y medidas de seguridad, así como nuevas reglas para garantizar infraestructura, la realidad es que todavía nos queda mucho camino por recorrer en materia de prevención, como Reino Unido o Japón que se han preocupado por desarrollar ciudades seguras, que si bien no son infalibles, sí dan tiempo que en momentos de catástrofe es valiosísimo para la respuesta.
Y lo que más duele es quizá muchas de las víctimas se evitarían si la voracidad inmobiliaria no privilegia un crecimiento desordenado de las manchas urbanas.
Concentrar más personas en los centros de las ciudades y construir más desarrollos verticales, en los que se enciman pisos y pisos para vender más departamentos e incrementar las utilidades.
Es una fórmula depredadora. Un caldo de cultivo para que los fenómenos naturales cobren más víctimas.
Y las alertas sísmicas anunciadas con bombo y platillo, no alertaron a nadie. Las quejas en redes sociales no se hicieron esperar. O son inaudibles o no se entiende el mensaje, reclamaron. Y esto, en los estados donde sí las hay. Imagínese en cinco entidades, ubicados en la franja más vulnerable, y donde de plano existen por falta de inversión.
A ello se suma que las autoridades, una vez más, reaccionaron de forma lenta. Tuvo que ser la ciudadanía la que, de forma espontánea saliera a las calles con palas y cubetas para tenderle la mano a sus hermanos. (A pesar que no faltaron algunos que se dedicaron a la rapiña o al asalto).
Una vez más, como hace 32 años, la sociedad civil fue la que tuvo que salir al quite.