No recuerdo en la historia moderna de México, un proceso electoral en el que los partidos políticos y los grupos de presión o poderes fácticos se aglutinaran sin tapujos en dos grandes bloques para enfrentarse en las urnas.

Los líderes empresariales encabezados por Cluadio X. González, a través de la iniciativa Sí por México han logrado lo que nadie más había conseguido: convocar a los tres partidos políticos en una inédita alianza electoral: PRI, PAN y PRD.

Este era un triunvirato que ya operaba en los hechos durante los últimos años, y cuya manifestación más visible había sido el Pacto por México, creado durante el peñismo y de tan triste memoria, hoy exhibido por ser aceitado por presuntos sobornos para la aprobación de las pomposamente llamadas reformas estructurales.

Estos tres partidos han sido acusados sistemáticamente por el nuevo régimen de ser los causantes de la tragedia nacional, visión con la que coinciden buena parte de los ciudadanos.

Durante décadas del Siglo XX, el modelo del PRI-Gobierno como aparato de dominación funcionó sin grietas en nuestro país, con un líder supremo que ejercía el poder absoluto de forma centralista y cuasimonárquica.

Tomando una metáfora del politólogo Luis Cisneros Quirarte en su altamente recomendable libro “La Cuarta Transformación y la Refundación de Jalisco”: “Como Tezcatlipoca, este líder –el presidente de la República- cada seis años se autoinmolaba. No sin antes crear de un puño de polvo y un soplido a su heredero, quien durante seis años ejercería el reinado de México”.

El poder de decidir quienes serían sus herederos correspondía al Tlatoani, el presidente de la República cuyo poder era casi absoluto mientras no incomodara a los poderes económicos, como lo ha  hecho el presidente López Obrador.

Después de décadas del partido único, vino una etapa de simulada pluralidad política derivada de las reformas de 1977 promovidas por Reyes Heroles, con partidos satélites alrededor del PRI y el otorgamiento de migajas -léase diputaciones plurinominales- y posteriormente tajadas del pastel –gubernaturas a través de concertacesiones en tiempos de Salinas de Gortari- para los partidos de oposición.

En los años del régimen neoliberal inaugurado por Salinas de Gortari, el tricolor y el blanquiazul –que ya había entrado en un proceso de descomposición interna- se entendieron muy bien. Comprendían que debían hacer una simbiosis para mantener el status quo y fue así como nació en los hechos el famoso PRIAN. Años después se sumó el Sol Azteca, controlado ya por la ignominiosa corriente de “Los Chuchos”.

Esta alianza de tres partidos que operó en los hechos, ahora se formaliza –y seguro pronto se sumará Movimiento Ciudadano- para ir en contra del enemigo común: el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien -para bien o para mal, como usted lo quiera ver- sacudió el estado de cosas que tanto beneficiaba a estos poderes fácticos, que se beneficiaron de contratos multimillonarios y canonjías (aunque en el nuevo régimen también se ha gestado otra nueva clase de empresarios consentidos).

Es así como veremos por primera vez en muchos años, una elección de dos bloques: Sí por México (PAN-PRI-PRD-MC) contra los aliados de la Cuarta Transformación (Morena-PT-Verde-PES-Fuerza Social por México-Redes Progresistas).

A nadie debería asustarnos. Al contrario.

Cada quien está asumiendo el rol que le corresponde en esta coyuntura y será la historia la que juzgará quien hizo lo correcto.

Ante la pobreza intelectual e ideológica y la intransigencia del movimiento ultraderechista FRENAA, que mejor que la oposición se articule en Sí por México, que dará la lucha en las urnas y sin máscaras, independientemente de que gusten o no los personajes que ahí participan.

Hay quienes dicen que esa gran alianza solo beneficiará a Morena y además confirma la retórica del presidente sobre la existencia de una Mafia del Poder, o un bloque que él ha denominado como el de los “Conservadores”, que por supuesto está integrada por estos partidos y liderazgos.

Recordemos que fue el mismo presidente López Obrador quien en una conferencia matutina llamó a sus opositores a darle la pelea electoral, es decir por la vía institucional.

Habrá quienes digan que la oposición sigue bailando al son que les toca AMLO, pero lo cierto, es que sí estos grupos y partidos quieren evitar que la Cuarta Transformación mantenga la mayoría legislativa, una gran alianza es la única manera.

Porque eso es lo más trascendente que está en disputa. Alcaldías y gubernaturas claro que importan, pero del control de la Cámara de Diputados depende que el régimen de la Cuarta Transformación continúe con la ruta de reformas legislativas para dar rostro a su proyecto de nación.

Proyecto que a muchos asusta y a otros tanto complace.

Todo eso se juega en el 2021.