No queda más que decirlo crudo. Directo. Viene lo peor en México, en el tema del Corona Virus (COVID2019).

Es la última llamada, tanto para la población incrédula (que sigue siendo mucha) como para el presidente López Obrador, quien debe entender ya que es tiempo de asumir un liderazgo formal, más que moral (palabra tristemente de moda luego de los tropezones comunicativos de López-Gatell).

Si se revisan las estadísticas de lo que ocurrió en Italia o España, las primeras muertes se dieron cuando se superaron los 160 contagios ( en algunos paises más, otros menos). A partir de ahí, los casos comenzaron a extenderse de forma exponencial, para pasar en cuestión de días de la fase de contagios importados a la de contagios comunitarios y luego a la de contagios diseminados (en esta última ya se hace imposible poder rastrear las cadenas de contacto de los infectados para poder aislar a esas personas, porque el virus ya estaría en toda la población).

Es así como algunos países ya sufren esta etapa de caos, en la que los servicios de salud no se dan abasto, pues la enfermedad ya se regó sin control. Es una fade que puede durar varias semanas. En China, fueron ocho o nueve semanas de terror. Apenas comienzan a salir.

Tenemos tiempo. Es una suerte que en otros países no tuvieron. Pero parece ser que los ciudadanos estamos desperdiciando esa ventaja, por algo tan característico del mexicano: la incredulidad. Nos encanta pensar que todo son conspiraciones y cortinas de humo.

 

En otros países, que hoy están severamente afectados, tampoco creían en el Coronavirus. La gente no tomó las medidas adecuadas y se reía del padecimiento.

Por ejemplo, en Italia, los lugares turísticos no quisieron dejar de recibir visitantes, por no perder una derrama económica.En lugar de mantenerse en sus hogares, los jóvenes continuaron con sus actividades recreativas, o hasta aprovechando para hacer reuniones. Ahí está el resultado: 2 mil 978 defunciones y 35 mil 713 casos positivos. Este 18 de marzo se rompió el récord con 475 muertos en un solo día.

Dicen los que saben, que el próximo viernes el presidente de México por fin dará el gran anuncio esperado en el que ordena el endurecimiento de medidas contra el temible virus, con aislamiento social en prácticamente todas las actividades. Además de algunas acciones en el renglón económico para tratar de compensar las pérdidas en los mercados mexicanos.

Si se tardaron o no, lo dirán los expertos. Pero de que serán bienvenidas, no queda duda.

Esperemos que las fuentes del Gabinete Federal que han revelado este golpe de timón para el próximo viernes, no se equivoquen. Porque a veces, el presidente suele ignorar las recomendaciones de sus colaboradores.

Tan es así, que AMLO no deja de sorprendernos en las conferencias matutinas. Esperábamos, por fin, más seriedad ante la emergencia y no lo que dijo en la mañanera de este miércoles 18 de marzo al presumir sus amuletos. Mucho menos dedicar la rueda de prensa al nuevo Aeropuerto de Santa Lucía, en el peor momento posible. El rey del “timing” falló inexplicablemente.

A pesar de todo, López Obrador aún tiene tiempo para enmendar el camino. ¿Cuántos otros mandatarios no darían lo que fuera por tener tiempo, ese activo invaluable, y más aún en esta crisis?

El presidente tiene capacidad -y por supuesto, aunque lo nieguen sus malquerientes, cuenta con legitimidad- para asumir ese rol de líder formal.

Ya no es tiempo de “chistoretes” que cada vez causan menos gracia.

 

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