Padre amoroso, capo despiadado

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Fotografía: Jorge Alberto Mendoza

“Esto no es una oda, no quiero hacer apología del criminal”, dice el hijo del narcotraficante más famoso de Colombia —y tal vez del mundo— cuando habla de su libro Pablo Escobar. Mi padre.

Sebastián Marroquín es el nombre que utilizó Juan Pablo Escobar al cambiar de identidad, para tratar de escapar del infierno en que la actividad ilegal de su padre metió a su familia. Fue un peregrinar que los llevó a países como Alemania, Mozambique y Argentina, en busca de la paz y el derecho a vivir.

Paradójicamente fue su padre quien le enseñó ambos caminos, el de la reconciliación y el de la venganza. Marroquín optó por el primero. Y ahora, desde el perdón, escribió un intenso  testimonio, sobre los dos Escobar: el padre amoroso que educó a sus hijos en valores como la gratitud y la solidaridad social, y el capo que mandaba a asesinar a centenares de personas a sangre fría.

Sebastián, suele vestir de negro. En Colombia, las acciones de su padre provocaron que miles de madres, enlutadas, tuvieran que ataviarse así. Redujo a la nación casi a cenizas, con bombas y atentados. Sembró el terror. Pero en barrios marginados, donde construyó escuelas, hospitales, canchas y regalaba comida, se le admiraba. “Mi padre tenía la loca idea de poner al narcotráfico al servicio de la sociedad.  Donde había el vacío del Estado, él lo lleno”, expresa en entrevista.

A dos décadas de su muerte, el que fuera el criminal más buscado del planeta, sigue dividiendo pasiones. A los muchos que lo admiran, Marroquín les pone un alto: “Cuando en las redes sociales hay chicos que me dicen: Yo adoro a tu padre, y quiero ser como él, yo les digo: Yo también adoro a mi padre. Pero no quiero ser como él”.

-Luego de dar a conocer el documental “Pecados de mi Padre”, porqué ahora publicar un libro?

-El libro es consecuencia del documental. La editorial se entera de mi historia en el documental y quería que tuviera oportunidad de compartirla de manera más amplia. El documental tiene restricciones de tiempo que no permite profundizar y desde el texto mantuvimos el mismo espíritu, de que se respete la información veraz, tan cruda como ocurrió, pero que queden mensajes concretos, positivos que inviten a la paz.

El libro, publicado por Editorial Planeta, presenta aspectos poco conocidos de la vida de Escobar Gaviria, quien comenzó traficando electrodomésticos y termino como el emperador de la cocaína. El volumen también derrumba mitos, como el hecho que “El Patrón” no era dueño de Tranquilandia –una mini ciudad dedicada a la producción de enervantes-  como muchos años creyó el mismo Marroquín. Tiene fotografías de las décadas de los setenta a los noventa, así como cartas que el capo escribió y correspondencia que recibía de diferentes esferas.  Escombrar en esos recuerdos y regresar a lugares donde él y su padre vivieron momentos clave de esa historia, explica, fue un proceso doloroso.

“Fueron páginas escritas con lágrimas, pero sin rencor. Sin deseo de venganza. Sin ver ese libro como posibilidad de desquitarme de nada, ni de nadie. La editorial no iba a arriesgar su prestigio para que yo hiciera lo que me diera la gana en torno a la historia de un país y ellos pusieron filtro muy riguroso a través del editor (Edgar Tellez)”.

-Este libro ha molestado a autoridades y políticos colombianos… ¿A qué lo atribuyes?

-Es una historia que contradice las versiones oficiales, porque las versiones oficiales no dicen la verdad. Cuando se quiere educar a un pueblo con la vía de las mentiras, no aprendemos absolutamente nada porque la base de nuestras experiencias está errada. Y nos conducen a que se sigan repitiendo esta historias aún hoy a 21 años de la muerte de mi padre. No les es grato que yo hablé de la enorme cantidad de violaciones a los derechos humanos en que incurrieron para perseguir a un solo hombre. Entiendo que mi padre puso a prueba a todas las instituciones democráticas de Colombia y las sometió bajo el yugo de su violencia. Pero el enorme poder personaje como mi padre no habría sido sin la corrupción de los funcionarios.  Hoy entiendo que Colombia es hoy un país que tocó fondo en temas de violencia y ha querido reinventarse en su democracia y mejorar a sus instituciones y han logrado cambios esperanzadores que celebro y apoyo. La paz es posible. He experimentado el perdón de crímenes que mi padre cometió y que fueron atroces. Veo en las víctimas el deseo de darle prioridad a la paz. Y no a la venganza y a veces, ni a la justicia. La paz es más importante que cualquier cosa. Sé que ha molestado a muchos pero espero que no al nivel de que mi vida empiece a estar en riesgo nuevamente. Conté la historia como la viví y asumo la responsabilidad total por cada uno de los renglones que están ahí.

 

Irresponsables apologías televisivas

 

Otra paradoja: Al hijo del capo más famoso, no le agradan en lo más mínimo las series sobre narcotraficantes, tan de moda. Marroquín es de la idea que los medios de comunicación deben replantearse la forma en que presentan el problema de la delincuencia organizada. Y advierte que las nuevas generaciones no deberían dejarse seducir por el glamour con que algunas series televisivas o videos musicales hacen apología del delito. Una de esas series, titulada “El Patrón del Mal”, dedicada a las andanzas del Líder del Cártel de Medellín, lo molesta particularmente.

“Se magnifican los escasos minutos de gloria de los capos. Pero no dicen que su familia es vulnerable. Los narcos vienen de la fragilidad y la exclusión y tienen odios con los que justifican la violencia. Sólo ven a mi padre en motos, en su zoológico, en sus yates y sus aviones. Qué joven no querrá ser así. Pero yo viví esa terrible historia de terror. Eso nos destruyó como familia, como país. Es irresponsable  “glamourizar” la actividad del narcotráfico. Yo vi a mi padre en cuevas, sin agua ni luz. No tiene nada de excitante. Iba a visitar a uno de los hombres más ricos del mundo a una cueva, en piso de tierra y sin comida. Teníamos miles de dólares en la mesa y no podíamos salir a comprar comida. Yo vengo aquí a recordarles que a la larga el disfrute es escaso. Mi padre hubiera cambiado toda su fortuna por estar unos minutos de tranquilidad con su familia”, relata.

“México está a tiempo” 

Juan Pablo Escobar, considera que pesar de la espiral de violencia que se vive en México, este país no ha llegado a los niveles a los que cayó Colombia.  Y afirma que todas las naciones de Latinoamérica pueden evitar sufrir lo que su nación padeció.

“México no ha tocado fondo, y tampoco precisa tocar fondo. Está a tiempo de dar un giro para abordar el problema de manera diferente, con un cambio cultural muy fuerte. No solamente buscar una alternativa de paz para las drogas”.

 -México vive un episodio complicado, los desaparecidos, los muchachos de Ayotzinapa… ¿Qué opinas de esta tragedia?

-Es una noticia que conozco muy desde fuera por los medios, me es difícil dar una opinión completa porque yo me cansé de leer muchas mentiras en los medios de mis historias familiares. Y es difícil aventurarse para dar una opinión, pero en cualquiera de los casos, una sola víctima, un solo desaparecido, una sola muerte, es una gran injusticia. Los seres humanos no venimos a matarnos a este mundo. No venimos a desparecernos. No quiero que al opinar de problemas internos se interprete como una intromisión en un país, aunque no me es del todo ajeno, porque yo me casé con una  mexicana y mi hijo lleva en sus venas sangre mexicana también.

Abunda: “Este no es un problema de mexicanos, ni de colombianos, ni de ninguna nacionalidad especifica. Es un problema de cómo están diseñadas las políticas públicas que favorecen la aparición de personajes tan violentos como mi padre, tan poderosos como él y tan capaces de desafiar a las democracias de América Latina”.

“El Willy Wonka de la coca legalizó las drogas para mí”

Escobar propone sean revisadas las políticas que sólo proponen matar al paciente para curar la enfermedad, pues la comunidad científica determina que es un problema de salud pública que no puede ser atendido militarmente. “Es cómo si los médicos usarán metralletas”.

-¿Entonces apoyas la legalización de las drogas?

– Yo no sé si la salida exclusiva la legalización. Tengo una postura radical en el tema. Pero hay una cosa que sí sé y la hemos visto todos: gracias al señor Nixon, a su brillante idea de declararle la guerra a las drogas, nos ha quedado un legado de violencia ininterrumpida durante cuarenta años. Ya sabemos los resultados de esas políticas que no se han aplicado exitosamente y qué lo único que han generado son historias como las de mi padre. Y que si se sigue aplicando de la misma manera vas a ver más libros de personajes que pueden demostrarnos que cada vez pueden ejercer una peor violencia. Yo si creo que hay que evaluar esas alternativas de paz sobre el tema de las drogas”

Dilucida que las drogas legales, como el alcohol o el tabaco, matan más gente, pero al estar normadas, provoca que la gente tenga más control. “El tequila es permitido pero no por eso están todos borrachos aquí en la sala”.

Y recuerda como  su padre lo educó respecto a las drogas, muy temprano: “Me sentó en una mesa cuando tenía a los ocho años y me dijo, hoy vamos a hablar de drogas. Me las mostró, me reconoció que las había consumido en su totalidad, me describió sus efectos, me dijo: la heroína no la consumí y nunca la consumiré. Pero esta la mariguana, este es el crack, esta es la cocaína. Esto es lo que había. Había pocas drogas en esa mesa y hoy necesitaríamos una mesa más larga que ésta para esa misma charla. Ya perdimos la cuenta de cuántas drogas hay. No me imagino un niño más expuesto a las drogas que yo. Mi padre era el Willy Wonka de la cocaína, era muy fácil.  Desde esa percepción tan personal mía que yo viví esa experiencia, yo sentí que con esa conversación con mi padre, pues él legalizó las drogas para mí. Y en 28 años no probé absolutamente ninguna sustancia.

-Podría darse la posibilidad de que tu libro se adaptara para una película o una serie, sobre todo para contrarrestar a las series televisivas que hacen apología del narcotráfico y han sido muy nocivas…

-Yo creo que sí. Que sería un elemento importante en contraposición para que se consolide el verdadero mensaje que tiene que quedar. De esa manera se evitaría la proliferación de ese tipo de mensajes nocivos para la sociedad, que muchos productores han entendido como una manera de llenarse los bolsillos presentando estas historias mal contadas. Pero han pensado sólo en beneficio económico y no han pensado en el enorme daño que le hacen a la sociedad, inculcándole a los más pequeños el deseo de convertirse en los peores delincuentes que conoce la humanidad. Buscar la manera de trasladar este proyecto editorial a otro formato, y de respetar el contenido y su mensaje, porque yo no estaría dispuesto de ninguna manera a cederle a una compañía los derechos sobre mi libro para que produzca una película que haga lo que dé le gana con lo que yo escribí.  Tienen que respetarse a rajatabla las experiencias y vivencias y debe quedar un mensaje inequívoco y contundente y poderoso sobre las implicaciones que tienen ingresar al mundo de la violencia, que contrarreste el efecto nocivo que nos han dejado esas series que al parecer son odas a la violencia.

-Y esto, dices que no puede ser una oda…

– Así es. Esto no puede ser una oda. Y si alguien lo lee y lo entiende como una oda, entonces me equivoqué, no aprendí nada de lo que la vida me quiso enseñar. Si alguien lo lee y aún así quiere estar en el narcotráfico, entonces habré hecho muy mal mi trabajo.