Enrique Leff Zimmerman
Por Julio Ríos
7 Octubre 2019 / Gaceta de la Universidad de Guadalajara

Muchos creerían que la izquierda y los gobiernos progresistas estarían en contra del modelo depredador y neoextractivista (con la explotación de los recursos naturales y el saqueo indiscriminado de materia prima) y en favor de la protección del medio ambiente y un manejo responsable del territorio. Pero no es así.

La izquierda en Latinoamérica, tradicionalmente, ha puesto mayor atención a temáticas como la lucha de clases, políticas sociales, la redistribución de la riqueza y, en algunos casos, a la reinvidicación de libertades individuales. Pero no precisamente en atender los retos socio-ambientales, reflexiona en entrevista Enrique Leff Zimmerman, doctor en Economía del Desarrollo por la Universidad de Paris.

“La izquierda no ha estado históricamente enfocada a pensar el cambio social hacia la sustentabilidad de la vida, sino al crecimiento económico. Y la crisis ambiental plantea el gran desafío de pensar más allá de un compromiso con la justicia distributiva, la justicia social, la eliminación de la pobreza, que son cuestiones absolutamente fundamentales, pero de lo que hay que darnos cuenta, es que en este momento que atraviesa la humanidad y el planeta, las ideologías progresistas, más comprometidas con la sociedad humana, al mismo tiempo tienen que ser más comprometidas y conscientes sobre la forma de pensar hacia la vida, hacia la naturaleza, y eso implica un cambio de los ejes de conducción de la política socioambiental”, señala el excoordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) .

El Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM  agrega: “No sólo crecer económicamente, sino cambiar los modos de producción, de extraer y transformar la naturaleza, y los estilos de vida. Son los ejes que debe conjugar un gobierno que realmente se reclame comprometido con la transformación socioambiental y no sólo con un ajuste de cuentas históricas por todos los efectos negativos que ha tenido una política encaminada al crecimiento económico desde una lógica neoliberal, pensando que con el crecimiento económico iba a haber derrama económica, que se iba a acceder a mejores condiciones de vida para la gente y que la naturaleza era cuestión que no había que atenderla. Hoy hay que atenderla de manera radical, porque al estar destruyendo la naturaleza se está generando más pobreza. Se está desposeyendo a los pueblos de sus territorios, de sus saberes, de sus maneras de procurarse el alimento, el sustento y sus modos de existencia”.

Leff Zimmerman, que ha sido pionero en campos como ecomarxismo, la epistemología ambiental y la ecología política, considera que esta paradoja implica una falta de puesta al día de los gobiernos progresistas de cara a la cuestión ambiental en el mundo y, por eso, se debe pensar en una rearticulación de políticas públicas que ponga a la naturaleza en el centro.

“Con la derecha no sorprende. Porque están concentrados en la maximización de la ganancia, en la concentración de la riqueza, despreciando la cuestión de la desigualdad social y la depredación de la naturaleza que viene dominando en el ímpetu de la economía mundial. Pero justamente una izquierda, llámese progresista y comprometida con la justicia social y ambiental, tiene que poner a la naturaleza en el centro de la discusión”, añade el profesor del doctorado en Medio Ambiente y Territorio de la Universidad Iberoamericana-Puebla.

¿Qué opina de algunos proyectos del gobierno de la Cuarta Transformación, como el Tren Maya, Dos Bocas, o aquí en Jalisco la Presa del Zapotillo que sigue sin detenerse?
Lo veo críticamente. Es una política muy comprometida con el pueblo, y con eliminar la pobreza y una mejor distribución de la riqueza, pero no ha comprendido la otra parte que venimos conversando. La mejor manera de generar el bienestar para los pueblos de México quizá no sea darles más “modernidad” a través de macroproyectos como el Tren Maya, ni con la idea de impulsar la economía nacional con recursos como el petróleo, el carbón, sino pensar en otros modos de producir energía y satisfactores para las comunidades, recuperando y potenciando sus prácticas tradicionales de vida que son más amables y afines con la condición ecológica de sus territorios.

Considera que, si bien hay cuestiones abordadas con claridad y firmeza como la política antifracking y antitransgénicos, además de una reinvidicación del valor histórico del patrimonio del maíz, también hay falta de comprensión y visión al creer que los megaproyectos traen desarrollo.
Entendemos que las condiciones políticas son complicadas, pero habría que movilizar otro tipo de consensos y alianzas con los pueblos y comunidades de México para una verdadera transformación del modo de habitar el territorio y producir desde su potencial.

Muchos ciudadanos creen que el Tren Maya o Dos Bocas traerán empleos y progreso y piensan de forma cortoplacista…
Lamentablemente, sí. La imposición de la modernidad va cambiando expectativas e imaginarios y penetra en la cultura tradicional e, incluso, muchos pobladores cambian su modo tradicional de pensar. La enorme migración que ha habido de las comunidades más pobres a Estados Unidos los hace volver con una impronta, con un imaginario de progreso y modernidad que impone en sus modos de vida tradicionales. Y hay una promoción de ese modelo de modernidad que venía del Estado anterior y el Estado actual aún ofrece bienestar, empleo, seguridad alimentaria a través de estos modelos de macroproyectos. Las comunidades se enfrentan a ese embate. Pero otros resisten: ese no es el camino, no es nuestro vivir bien, dicen. Ahí están las comunidades zapatistas y muchas otras comunidades resistiendo, porque no se tragan la píldora de que así van a vivir mejor. Y lo que quieren es restaurar y mejorar sus formas de vida. Necesitamos políticas públicas que apoyen esa intencionalidad de los pueblos indígenas y afromexicanos para impulsar estas formas de producción.